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martes, 30 de septiembre de 2008

Bubulcus ibis - Garcilla bueyera



Un grupo de garcillas bueyeras en la orilla del río, a la altura del Auditorio, hoy. Llevan ya unos días revoloteando por el río.




jueves, 11 de septiembre de 2008

El primer carbonero a la vuelta de las vacaciones


El primer carbonero que veo en el Jardín de La Seda, después del verano. Por lo demás, siguen varios papamoscas gris revoloteando. Y los gorriones, mirlos y tórtolas siguen al pie del cañón: no se han ido de vacaciones.

martes, 2 de septiembre de 2008

La unión hace la fuerza

Interesante artículo publicado en el último número de la revista “Quo”.

“La unión hace la fuerza. Un estornino de 20 cm de tamaño no puede competir con las afiladas garras de un halcón de casi 38 cm. Pero miles de ellos sí. Como en una película de zombis, es la fuerza del número lo que imprime carácter. Seguramente, todos hemos contemplado las nubes de estorninos que sobrevuelan al atardecer los cielos de muchas ciudades europeas y asiáticas en compactas formaciones, ofreciendo un espectáculo similar a un ballet aéreo. Ahora, los científicos desentrañan por primera vez las claves de este comportamiento gregario.
Entre un estornino cualquiera, llamémoslo A, y otro calificado como B, siempre hay seis pájaros de separación. Los investigadores han descubierto que cada ave está ligada a otras seis, a las que nunca pierde de vista, ya que se mantiene como mucho a un metro de distancia de ellas; y cada una de esas aves está, a su vez, vinculada a otras seis. Gracias a la suma de estas interrelaciones es como los estorninos construyen sus formaciones, cuya cohesión no parece romperse nunca.Sin embargo, volar en formación no es un mero capricho estético, sino una cuestión de supervivencia. Porque cuanto mayor es el grupo, menos probabilidad tiene cada individuo de ser capturado por un depredador. La zona más segura es el corazón de la bandada, un área exclusiva que solo ocupan los más privilegiados: los machos de más edad. Por el contrario, las hembras y los machos jóvenes son desplazados a los bordes de la formación, que es la zona más expuesta a las incursiones de las rapaces. Esta aparente injusticia queda parcialmente compensada por el hecho de que la mayor acumulación de individuos en la parte exterior crea un efecto muro que, en ocasiones (pocas, todo hay que decirlo), disuade a los depredadores de lanzarse al ataque.
Pero lo más sorprendente es que los investigadores han descubierto que algunos machos no tienen miedo al peligro. Despreciando la seguridad de la formación, algunos vuelan en solitario. ¿Por qué? “Son los vigías”, explica Amotz Zahavi, un biólogo israelí que lleva una década estudiando el comportamiento de los estorninos. “Arriesgan su vida para alertar a sus congéneres.” ¿Pero qué les impulsa a rechazar la protección de la masa y a sacrificarse por el bien colectivo? ¿Existe un comportamiento altruista entre las aves? “Lo hacen por prestigio social, por decirlo de algún modo”, explica Zahavi. “Un macho capaz de desafiar a las rapaces en solitario les está diciendo a las hembras que es el más hábil del grupo y, por tanto, la mejor opción para aparearse”. “