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lunes, 4 de abril de 2016

Parques y jardines refugios de vida silvestre


De Botanical-online, S.L.



Los jardines y los parques en general están habitados durante todo el año por un gran número de fauna aviar (sobre todo, aves de bosque) que varía según el tamaño del propio lugar, así como con la riqueza en especies vegetales que contienen.

Estos refugios de vida salvaje se convierten en un lugar privilegiado para las aves, el conjunto de fauna silvestre más abundante de las ciudades. No obstante, los parques y jardines no son únicamente valiosos por contener a variadas poblaciones de estos animales. También podemos ver en estos hábitats otros animales, como mariposas y otros insectos polinizadores (abejas, moscas cernidoras), caracoles y babosas, lombrices). Los mamíferos si que son menos abundantes, con excepción de las ardillas y algún que otro animal menos deseable, como las ratas y ratones.

Para que un jardín tenga vida animal, y en particular, que esté visitado por aves regularmente, es indispensable que tenga una zona importante de setos, pero sobre todo, que haya una diversidad de especies vegetales, cuanto mayor mejor.


¿Por qué eligen las aves los jardines como su hogar?



Además de árboles, césped, setos y otros elementos vivos de los jardines, los elementos no vivos que podemos encontrar en cualquier jardín, como estanques o muros rocosos, también contribuyen a aumentar la riqueza en especies animales de tipo aviar, porque proporcionan un mayor número de microhábitats diferentes adecuados para cada especie de ave en particular.

Cuanto más alejada se encuentre el parque o jardín del núcleo urbano mayor diversidad en especies animales también tendrá.

Por otra parte, el clima puede ser un factor que promueva a estos animales el quedarse en un jardín o parque urbano.
En las ciudades, la temperatura de media siempre es algo superior y en algunos casos la diferencia entre dentro y fuera de la ciudad puede ser muy grande, de varios grados en las grandes urbes.
Los motivos para explicar este fenómeno se encuentran en que, por un lado, en estos ecosistemas artificiales el viento es más débil, dificultado por los grandes bloques de edificios, con lo que no existe una gran disipación del calor interno de la ciudad. El tipo de materiales con los que está formado la ciudad, como el asfalto y cemento de las calles y el material con el que se construyen los edificios absorbe mucho calor que se va disipando durante la noche. Por otra parte, la ciudad no sólo recibe calor (del sol), también lo genera, del transporte público y privado, calefacciones, etc.
Por lo tanto, en una ciudad respecto a un medio no urbano, se produce más calor y la pérdida de este calor es menor, con lo que es normal que la temperatura en los puntos situados dentro de las ciudades, como los parques y los jardines, sea sensiblemente superior.
Este hecho es aprovechado a su favor por algunas especies animales, hasta el punto que si no fuese por las ciudades difícilmente se encontrarían por todo el mundo, como son las cucarachas, que necesitan temperaturas elevadas para vivir.
Pero en lo que nos refiere, algunas aves también se benefician del clima más suave de las ciudades. Especialmente, aquellas que no son nativas de una zona concreto, como es lo que sucede con las cotorras (cotorra argentina y cotorra de Kramer) en la Península Ibérica, donde, por el momento, sólo habitan en las zonas ajardinadas de las grandes ciudades, como Barcelona, Valencia o Madrid.


¿Qué aves podemos encontrar en los jardines?


Las aves que viven en los jardines son, principalmente, aquellas que originalmente habitaban los bosques, como el petirrojo, el ruiseñor, el zorzal, el carbonero, el herrerillo... También se han quedado a vivir entre nosotros aves que frecuentaban los lugares más abiertos y despejados, como las palomas y las tórtolas. Pero a esta lista de animales, le debemos añadir aquellas aves acuáticas que o de ecosistemas fluviales que podemos ver, a veces, frecuentemente en alguna fuente o un gran estanque de un jardín de grandes dimensiones como, el cisne común, la garza real y, sobre todo, se le debe sumar el ánade real (Anas platyrhynchos), muy abundante en lagos y estanques de casi todo el mundo.

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